déjalo caer justo en mi pecho...
esa mínima, vaga y última esperanza,
con la que sabes mantener a flote tu sonrisa,
y vas dejando caer con ella
esa credulidad tan tuya
que parece que vas despojandote de tu cuerpo.
Yo, intento no ceder mis fuerzas a su abismo
y la sostengo con esa absurda disciplina
con la que se sostiene el alma ante la muerte.
con la que se sostiene el alma ante la muerte.
Has dejado caer entre mis manos el otoño,
la mañana triste en que susurramos sueños
y aunque intento no sufrirte,
te sufro
tanto
que siento que dependo de esta poca,
vaga y misera esperanza
que has dejado caer en mi mano
con tanto desenfreno
para no volver a caer sobre mí mismo.