Me confundo,
a veces creo verte
confundida.
Tengo un defecto en mis labios:
una abusiva compulsión excesiva
por tu boca.
Un capricho que he intentado corregir
de tiempo en tiempo
posándome en otras bocas
hasta agotarme.
Sin embargo,
no he logrado corregirlo.
Y nada tiene que ver
esa clase que tomamos juntos
cuando llovía.
Nada tiene que ver
esa fascinación nuestra por compartir
las luces de la noche
y el reflejo del neón
en una taza de sueños líquidos
escritos en la libreta
que dejaste olvidada bajo la mesa.
Nada tiene que ver
con eso
la melancolía.
Necesito corregirme.
No me basta el universo.
No me basta tanta boca.
Bocas blancas.
Bocas tibias.
Bocas aves.
Bocas tierras.
Bocas.
Bocas.
Miles de bocas.
Bocas que explotan en risa.
Bocas que cierran la palabra,
silencio.
Bocas grises.
Bocas ciegas.
Bocas dulces.
Bocas fieras.
Mil enteras bocas en desuso.
Y, te confieso,
que me confunde esa insistencia
fuerte y estrepitosa
por esa causa aguda,
que no es causa de nuestra causa,
pues esa es causa perdida.
Y sé, que nada tiene que ver
esa noche,
la otra noche,
la única noche
en que pudimos ser profetas
del amor sincero.
Nada tiene que ver
la melancolía.
Mis labios tienen un defecto,
una abusiva compulsión excesiva
por tu boca.
No puedo corregirlo
en otra boca,
mi boca
se deshace por la tuya,
por el sabor dulce
y necesario de tu boca,
y no logro entender
su incorrectiva obsesión,
pues es curioso
que no recuerde
haber besado nunca tus labios.
David E. Alvarado
El Salvador
©2008 DEARmente