
Sucede que a veces te sepulto en mis pensamientos
esperando no volver a escuchar nunca
tu música ciega.
Sucede que de vez en cuando necesito abrir tu sepulcro
para buscar en tus restos
alguna cápsula de risa.
Mi testigo indiferente
es la noche.
Mi única culpa,
haberte querido más allá
de las justas intenciones.
Sucede que a veces recuerdo
cómo eramos
en abril.
Como eramos...
La tarde me recuerda que más allá,
al final del arco iris,
la noche me espera desnuda;
mi amante,
testigo indiferente
de mis apologías.
David E. Alvarado
El Salvador
©2008 DEARmente