La lluvia dejó a su paso
un montón de pequeños silencios incómodos,
una cantidad obscena de escenas involuntarias
que no deben sobrevivir al corte final.
Sí, dejó un arcoíris que nadie vio,
y algunos espejos de agua en el asfalto,
pero ni aquella risa que rebotaba entre la nada,
ni la última mirada lanzada al horizonte
cambiaran toda esta nostalgia en la impresión final.
Tú y yo aprendemos poco a poco
a salvarnos de toda esta infraestructura de colores
que amenaza con caernos encima a cantaradas.
Tú y yo aprendemos poco a poco
a salvarnos mutuamente uno del otro
con un beso,
o con una palabra curvilínea al amarnos.
Después de la lluvia
un café puede hacer la diferencia
o la mirada del niño ángel
con su barco de papel entre los charcos.
A veces entiendo todo,
y a veces solo busco tenerte.
Tú sabes bien (y no)
que a veces lo siento todo,
y en ocasiones, a pesar de mi optimismo,
solo te deseo.
La lluvia sabe, y yo también.
La escena final siempre será la primera en recordarse,
aunque no sobreviva el corte final.
David E. Alvarado
El Salvador
El Salvador
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