2.6.19

Desgano incidental


Está claro:
No hay más remedio que la desolación.
Ya no brotan en mi esas ganas de estar pendiente del vacío.

Allí no hay nada,
aunque esa idea sea contraria a la ciencia.

No puedo equilibrar mi falta de interés con el reposo,
ni sincronizar mis parpados con la hora de dormir.

Estar despierto es una especie de condena
cuando no se puede controlar el pensamiento.

Tanta rebeldía dispersa en el ambiente,
tantas letras sueltas enmancipadas de la mente.
Todo apunta a una fuga en el corazón. 
Ese necio
más terco que salvaje
que se cree cabeza de profeta.

Gritarlo todo entre versos
podría no ser una buena idea.
Se pueden provocar tsumanís de confunsión con las palabras.

Sangrar eternamente como muestra de lirismo
ya no es motivo de coplas ni portadas.
Hay que vender el gesto como el transtorno
de un obsesivo compulsivo,
como una nota al margen,
casi una fe de errata.

Yo nada sé de climas y cosechas.

Estoy consciente que en mi declaración
se escaparán tantos versos desnudos
que terminarán provocando una carcajada
o un estornudo colectivo tan fuerte
que acabe rehaciendo el universo.


David E. Alvarado
El Salvador
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