30.4.22

Despertar

 
Tenía sus alas húmedas,
quizá a consecuencia de nada. 

Había enterrado sus ganas
entre las hojas que caen en silencio. 

No sabía si era
una raíz de rencor y venganza,
o un árbol caído;
pero supo, al ver la luz,
que su tiempo había llegado.

Con un bostezo despertó al corazón,
ese perro lujurioso y desorientado.

Los árboles testigos de tal maniobra
se rieron de él.

Era abril,
y ya había pasado mucho tiempo.


David E. Alvarado
El Salvador