15.7.08

Lo que nunca pasa


— déjame verte el reverso del alma —


Estas cosas no suceden a menudo,
hace falta tener un poco de magia
saturada en el ambiente.
Un poco de suerte,
diría el vocero oficial
del desencanto colectivo.
Hace falta tener fe
y una silla confortable de ideas
donde esperar el advenimiento
de todas las causas posibles.
Hace falta un arco iris,
un poema
o un lucero forestal.
Hace falta tener enterrado
algún propósito,
algún manuscrito de verbos
dispuestos a enmanciparse.

Hace falta corregir el rumbo.

Esto no suele suceder con frecuencia.
Se debe recobrar de algún sitio la inocencia y,
aunque parezca absurdo,
nacer de nuevo en la palabra correcta.

Es increíble que para ver un poco de luz
hay que cerrar los ojos,
cerrar la puerta que da directo al paradigma
y entonces
aprender que amar
es dar un salto de fe al vacío,
es sangrar el orgullo,
cargar el cuerpo en el tiempo
sin saber la recompensa.

Es la espera.

Las cosas más sencillas
se vuelven tan complejas
cuando intentas explicarlas.
Quiero explicar
mis latidos...
Quiero explicar
mis teoremas...
Quiero explicar
mis palabras...
Pero me quedan tan lejos
todos los adverbios posibles
que prefiero quedarme así
desnudo por completo
de todos los conceptos
y no equivocarme de principio.
Prefiero quedarme viendo
el espectáculo que se rompe
a lo lejos.

Y es que estas cosas,
por efímeras que sean,
no suelen suceder a menudo.
No ocurren a diario.
Hace falta cerrar los ojos
para ver a ciencia cierta
la realidad de las cosas.
Y mientras intento,
sin mucho afán,
explicarme a mi mismo
los espacios vacíos,
ya llevamos días en desventaja
de toda esta belleza
que se nos escapa de los ojos.


David E. Alvarado
El Salvador
©2008 DEARmente