Me sabes a tristes recuerdos
cuando aún jugabamos uno en el otro...
Una voz,
un silencio
y una lágrima
que se cuela en la trinchera.
La tasa de café
que compartimos
se esfumó entre nuestras quejas.
No debo permitirme nunca
caer entre tus sábanas.
No debo volver
a caer entre tus piernas,
me dije,
y el sonido de mi promesa
se suicida con mis ganas.
Estaciono pues
mi pensamiento junto a la cama.
Tú, me entregas una duda.
Yo,
acelero mi remordimiento
hasta sentirlo tan cerca,
que me detengo.
Una voz,
un silencio
y una lágrima que a penas y sabe
alumbrar la oscuridad.
Tú, te conviertes en la causa justa
para no desperdiciar
esta noche de estrellas.
Yo,
me convierto simplemente
en otra excusa
para no sentirte sola,
abandonada;
y mis ganas
de saberlo todo
se terminan
cuando me predico:
No volveré
a caer entre tus sábanas.
No volveré
a saciarme con tu piel;
y mi voz
se suicida a lo lejos
como no queriendo
volver a decir lo mismo.