a jarim62.
No necesito contar;
desapareces justo
cuando acabo de decir
tu nombre.
Y no me eclipsa el tiempo mis ojos,
lo hace la melancolía,
la falta de aire que me producen
esos recuerdos de efecto tardío.
No necesito ocultarme.
Nunca estoy frente a tus ojos;
nunca estoy a la vista,
ni siquiera cuando doy
un poco de risa,
un poco de lastima,
un poco de mi.
Ni siquiera cuando me tienes
en tu cuerpo.
Pero insistimos en jugar
con esas frases favoritas,
aun queriendo no jugar
con nosotros mismos.
Huir.
Siempre que desnudo
mis más profundas intenciones
escapas en la noche
cubierta entera de risas en el llanto.
Cubierta de ataudes de nervios
y de flores escogidas al azar
por nuestras dudas.
y de flores escogidas al azar
por nuestras dudas.
Me desconecta tu reacción
a no sentir culpa de mí.
Me cambia.
Y cuando intentas decirme
lo mismo que yo intento decirte sin palabras,
me borro,
me esparzo en las cenizas
de nuestro último encuentro,
me deslizo y fabrico
el escape acostumbrado.
Olvido.
La palabra que buscaba no la recuerdo.
Después de un tiempo,
recordarnos tanto no es un logro,
es una carga, un explosión,
un efecto compulsivo de desear
cerrar el tiempo con nuestras figuras de celos.
La palabra que buscabas se te olvido,
sólo recuerdas la noche que no fue,
el beso que no fue,
la caricia que no fue,
el momento,
el caos,
la culpa que no fue.
Y justo cuando la encuentro
sola,
plácida y desnuda,
se me cae de la boca.
La palabra no prospera,
nunca avanza,
y se me olvida
de tanto repetirla.
Esconderse.
Huir.
Olvidar.
Aunque nos hace
dibujarnos una pena
sigue siendo
nuestro juego favorito.
sola,
plácida y desnuda,
se me cae de la boca.
La palabra no prospera,
nunca avanza,
y se me olvida
de tanto repetirla.
Esconderse.
Huir.
Olvidar.
Aunque nos hace
dibujarnos una pena
sigue siendo
nuestro juego favorito.
David E. Alvarado
El Salvador
©2008 DEARmente