... si yo fuera luz,
vos serías el sol.
Uno en el amor se cansa
de verse la cara así mismo
cuando ves la espalda de quien amas,
cuando lo único que realmente quieres
es ver un poco de esa alma que encontraste
aquel día inesperado y equilibrado de bondad
en que empezaste amarla.
Uno en el amor se cansa de vivir
a costa de otros ojos,
de otros labios
de otras manos,
de otro cuerpo,
de otras ganas
y de sentirte tan vano e innecesario
cuando algo no está en su sitio,
cuando no es ella
quien está en el sitio exacto.
Y te acostumbras a decir,
como si fueras un profeta
de las misma expresiones,
ese nombre todos los días, sin descanso,
aun cuando tu boca calla
pero tu corazón ladra.
Entonces, lenta y dolorosamente
te vas concientizando
de lo vano, inútil e innecesario que te has vuelto,
y lo compruebas justamente el día
que decides olvidarte de ella.
Y te animas a pedirle permiso al cuerpo
para vivir sin contemplarla,
para gozar un pedazo de sonrisa
o una bolsa de carcajadas escondidas
sin la emoción de saber
que existes,
que ardes,
que a veces llueves e inundas todo de nostalgia,
a pesar que después
de tantas horas
hundido en su piel
te has quedado
cansado,
tan cansado,
de amarla
sin contar con su permiso.
David E. Alvarado
El Salvador
©2008 DEARmente