12.6.09

Primera fila




Bueno sería quedarme aquí
como un invitado en primera fila,
hasta que el sol se apague
y la luna decida desnudarse ante mis ojos.

Hasta podría proponerme
alcanzar el paso del viento
y robarle un poco de esa locura
con la que suele colarse entre las faldas.

Creo que hay tiempo suficiente
para perder un poco en algunos desvaríos
tan necesarios como un poco de cordura.

Mis ojos, levemente apagados,
no logran consumir del todo
ese horizonte alucinógeno
que se pinta a la distancia.

Ni respirando tan profundo como pueda
alcanzaría a llenarme de ese algo
que se advierte en las mañanas o en las tardes
cuando sólo es preciso permanecer así,
como soportando los colores con la vista.

Bueno sería quedarme quieto
hasta que alguien, tal vez por accidente,
me recuerde en su platica nocturna
o en el fondo de una taza de café a punto de extinguirse.

Por momentos, me imagino cómo es
eso de ser sin que la gente se de cuenta
y me asalta una profunda carcajada.

Entonces, te imagino,
y mi estómago dibuja
el boceto errado de una mariposa.

Doy tres vueltas a la izquierda,
dos a la derecha;
sacudo mi cabeza,
con el peligro de perder algunas ideas,
y me siento en primera fila
a esperar que el sol, en su ocaso,
alcance a revelar, de una vez por todas,
la naturaleza de su sexo.

Una banda de zanates estridentes
me recuerdan que he extraviado,
en el fondo de mi disco favorito,
la única canción que conjuga con mis nervios.

En primera fila,
siempre hay alguien que está detrás
leyéndome la cabellera, y quizás
algunos pensamientos.

Así, soy yo
otra clase de espectáculo.

No puedo quejarme.

Todos en algún momento
alcanzamos esa perspectiva.

Pienso que si todo fuera menos excesivo,
nadie pediría descuentos a la vida.

Bueno sería, para todos,
comenzar de nuevo, desde el principio,
si al menos supiéramos,
cuál es el principio adecuado.

Mientras tanto,
y a pesar de todo,
intento no perderme nada
de lo que me ofrezca el espectáculo.

No siempre se puede estar
en primera fila.

Entonces, te imagino,
y siento como si alguien, a lo lejos,
intentara pronunciar mi nombre
justo en el instante en que ha decidido olvidarlo.

Entonces, mi estómago,
se dibuja el boceto errado de una mariposa
justo en el momento en que todo está por comenzar.



David E. Alvarado
El Salvadoe
©2009 DEARmente