El ser humano escondido bajo esa sombra pesada
que deambula por las calles somnolientas,
que acurrucado junto al silencio de las piedras
y el grafitti irreverente de colores
contempla su propia figura imperfecta
en el rastro de orines cotidianos
sin sentirse ofendido por la culpa
ni por el olor que sobra cuando todos se quedan dormidos,
no está perdido, medita.
En sus ojos, presionados por el neón de una palabra mal escrita,
se puede percibir un cuento autobiográfico o una hecatombe.
La ciudad, circuito de llantos, mentiras y promesas,
le tiende una trampa frente al semáforo que tiembla:
la luz verde escapa corriendo de su aposento.
Alto.
He allí un hombre encerrado en sus preguntas.
La gente pasa frente a él sin pronunciarse a su favor,
o en contra.
Nadie sabe improvisarle un nombre,
o recordarlo.
El ser humano atrapado en esa sombra pesada
que pasa inadvertida ante tus ojos pardos,
soy yo,
o tan sólo un poco de lo que queda
de esa última palabra.
David E. Alvarado
El Salvador
El Salvador
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