Me inunda el silencio.
Tengo algunas ideas agotadas,
otras vencidas.
Ninguna de ellas me sirve para
pagar el peaje hacia mi escape.
El ánimo está tan desanimado
como el espejo cuando observa que lo observo.
La cuenta regresiva se detuvo
para darme tiempo de contar hacia atrás,
sin equivocarme.
La lluvia, el cielo gris, la música, la gente...
todo se confunde en un mar de golpes de tacón
y el compás disonante de los pasos que se alejan,
sin embargo, mi silencio es más ruidoso.
Aquí, enroscado en la nada,
empiezo a entender ese silogismo que hay entre nosotros,
el teorema de nuestro adiós.
Empiezo a comprender la distancia.
Cierro mis ojos de vez en cuando,
ante este murmullo de gente desconocida,
para acercarme a tu recuerdo,
pero no puedo, aunque lo intente,
soltarme del pesimismo.
Me inunda el silencio,
y el tic tac de ese reloj sobre la pared
que me recuerda que he llegado tarde
para presentar mis quejas.
Preparo un informe con mis promesa
para ver si alguna me alcanza para el viaje.
Apenas consiga los permisos necesarios
voy a salir sonriendo por la puerta delantera.
Mientras tanto, las paredes, frías,
me devuelven las miradas.
David E. Alvarado
El Salvador
El Salvador
©2010 DEARmente